Envidio a la gente que tiene la capacidad de comer sola. Y más
si come afuera, en un café o en un restaurant. Para mí, comer
solo en un restaurant es un símbolo de soledad terrible. Me
siento como si tuviera un reflector encima y que todos están
mirándome. Hasta las cucarachas que están en la cocina,
cantándole boleros a los cocineros, se dan cuenta de mi patético
estado. Y si no hay nada para leer, peor. Y para completar el
cuadro, seguramente habrá muchos espejos para que podamos ver
desde distintos planos cuán solos estamos. La sociedad debería pensar en maneras de proteger a la gente de
estos problemas. Sé que pueden decir que hay cuestiones más
urgentes para resolver, como la pobreza, la falta de trabajo o
el tan temido segundo disco de Ileana Calabró. Pero cada cual
llora por donde le duele. Cuáles son las alternativas? No sé, pienso en un
sistema simbológico, mediante el cual podamos indicar que
estamos aptos para que cualquier extraño se siente en nuestra
mesa y comamos juntos. Habría que ajustarlo, para que no haya
inconvenientes y que quien se siente aporte en un buen sentido.
No digo que haya que hablar ni que compartir algo. Pero sí que
si alguien toma un café, no se le siente alguien que pide una
muzza con anchoas. O un diabético, tomando un té con sacarina,
tenga que ver como un tipo se manduca 4 facturas en frente.
Habría que encontrarle la vuelta, ver bien cómo se puede
implementar. Una especie de multiple choice, en donde podríamos
poner temas trascendentales, como religión, futbol, cine o lo
que sea. Por ejemplo, un cartelito en donde quede especificado
que puedo hablar de cine, pero no me nombren a Woody Allen, que
me broto. Es cierto, puede ser impracticable. No digo que no,
pero bueno, estoy tirando ideas. Otra opción podría ser que los mozos sean como coordinadores.
Que vayan averiguando gustos, parentescos y habilidades de cada
cliente y sean una especie de celestinos de bar. Entonces pueden
juntar hinchas de un mismo club, recién divorciados, fans de
Thalía o de Richard Clayderman, en fin, alguien capaz de
encontrar puntos en común entre los concurrentes. Probablemente
se necesite gente con una sensibilidad especial, un mozo que
tenga un par de virtudes más que la de rascarse la oreja con la
uña del meñique (dejada larga para mejorar el escarbado en esa
zona). La dificultad de esta empresa es manifiesta, pero no hay
por qué cejar en el intento. El planteo está abierto a la discusión. Personas autosuficientes
y seguras de sí mismas, abstenerse de participar en esto. Acá
solo admitimos seres pendientes de la opinión ajena, y que cada
vez que entran a un café solos, sufren. Así que podemos quedar
cuando quieran y nos encontramos en un café cualquiera para
sumar ideas. Eso si, no se enojen si me llevo un libro para
leer, eh. A veces escuchar boludeces me aburre y prefiero leer
algo interesante.
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